lunes, junio 05, 2006

Entre el amor y el odio

El otro día empecé a leer la última novela de Arturo Pérez-Reverte, El pintor de batallas, como siempre me pasa con sus novelas, las primeras veinte páginas no me engancharon, pero a partir de ahí, no puedo dejar de leerlo hasta que lo termino.
Mi “relación” con este autor es muy contradictoria. Por una parte me encantan sus libros (como digo, una vez pasadas las veinte primeras páginas aproximadamente, que nunca me enganchan y frecuentemente me parecen aburridas), y soy adicta a sus artículos de opinión que cada semana nos trae en su Patente de Corso en El Semanal. Pero por otro lado, no soporto el aire de marisabidillo con que expresa muchas veces sus opiniones, como si fuera el hombre que lo ha vivido todo y el que sabe más que nadie de todo. Algunas veces es excesivamente impertinente, y sobrepasa el toque de cinismo que personaliza tanto sus textos.
Pero como sabéis, siempre se dice que entre el amor y el odio hay solo un paso, así que bueno, me mantengo en el equilibrio de mosquearme de vez en cuando con alguno de sus artículos, aunque la mayoría de la veces, el buen rato que me han hecho pasar novelas como La piel del tambor o Territorio comanche compensan cualquier salida de tono de este buen hombre.
Hoy os recomiendo su Patente de Corso de esta semana. No tiene desperdicio, y refleja perfectamente esa actitud ante la vida un tanto sombría y pesimista de la existencia.
PATENTE DE CORSO
Los calamares del niño
Hay criaturas por las que no lloraré cuando suenen las trompetas del Juicio. Niños que anuncian desde muy temprano lo que serán de mayores. A veces uno está paseando, o sentado en una terraza, y los ve pasar apuntando en agraz maneras inequívocas. Adivinados en ellos la inevitable maruja de sobremesa televisiva –ayer vi reconciliarse a dos hermanas en directo y eché literalmente la pota– o la viril mala bestia correspondiente. Dirán ustedes que ellos no tienen la culpa, etcétera. Que los padres, la sociedad y todo eso los malean, y tal. Pero qué quieren que diga. En cuestiones de culpa, denle tiempo a un niño y también él tendrá su cuota propia, como la tenemos todos. Sólo es cuestión de plazos. De que se cumplan los pasos y rituales que se tienen que cumplir. (Leer artículo completo)

1 Comments:

At 4:33 p. m., Anonymous Anónimo said...

Super color scheme, I like it! Good job. Go on.
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